Mapa DDHH Sahara

Para escribir sobre un bombardeo hay que volver a él. Escuchas dos, diez, cincuenta testimonios que hablan de aviones, jaimas quemadas, dispensario y miedo que se esconde en las montañas. Y sin darte cuenta has entrado en una atmósfera: escuchar, contrastar versiones, detalles de lugares, nombres, bombas que explotaron. La primera destruyó el dispensario con la Media Luna Roja y destrozó la vida de Chaia, la enfermera que atendía a la gente, y de su hija que aún estaba en su vientre. Datos que se triangulan. La que estaba allí al lado, la que vio, el que perdió, la que atendió, el que enterró.

Entrevistamos a familiares de los muertos, a personas que fueron heridas. Esas marcas de la vida no son propaganda ni estadísticas. Brahim Barbero era médico y estaba allí. Cuando ya no podía más, fatigado del horror y de atender a la gente, se sentó bajo un árbol a descansar. Hassena vino a avisarle corriendo. Una cabeza estaba sobre la suya entre las ramas del árbol. Las tragedias tienen detalles que nunca te imaginas.

Mientras, vuelvo a sus memorias fragmentadas. Zuenana perdió su brazo de niña de cuatro años y a sus padres, y con ellos su infancia. Otras gentes, con las que hablo en estos días, los enterraron. El testigo de la muerte de otra mujer, nunca pudo contárselo a su familia. Hacemos un listado de los nombres. Cuarenta y cinco muertos y ochenta heridos. Familias completas. Esos son los que recuerdan las memorias de los sobrevivientes que entrevistamos. Hay más. Los nombres deben estar en un lugar más digno que el olvido de la fosa que los cobija y que espera, aún, el tiempo de la verdad.

Memorias Nómadas

Carlos Martín Beristain

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